sábado, 8 de junio de 2024

EL CRIMEN PERFECTO: Epílogo

 


Lavinia posó la mano sobre mi, ya notable, barriga y apenas me dio tiempo a contener mi rechazo. Recompuse mi expresión a la fuerza mientras sus largos y finos dedos descansaban con suavidad en mi jersey de lana merina. Parecían patas de araña sobre el grueso tejido.

En respuesta, mi hijo se agitó inquieto. Dicen que los fetos tienen una intuición natural frente a las amenazas. Me pregunto si el mío se remueve en un intento de huir de la garra de la tejedora o si es una reacción a mi propio estado de ánimo.

La imagen de mi padre y su breve adiós, cargado de incomprensión y decepción, cruza mi mente de forma inesperada. No hubiera podido explicárselo, aunque quisiera. Cómo poner en palabras mi complicidad con el horror en estado puro. Porque así somos los seres humanos: horribles y temibles. Increíblemente egoístas y supersticiosos. Una plaga para el mundo y para nosotros mismos. 

Paré mi hilo de pensamientos antes de que me llevaran de nuevo a recuerdos que mi mente consciente esquivaba con desesperación: el olor a las algas en descomposición que se posaban sin fin en la orilla, los gritos de un amigo al que creía conocer y del que no sabía nada, una verdad colectiva tan terrible como atractiva y, entre todas esas sensaciones, una mujer en las sombras que mueve los hilos con un propósito claro. O quizás miles de ellos. Todos, piezas de un puzle oscuro.

Volví a fijar mis pensamientos en mi progenitor. Aquel que se llenaba las manos con el amor que juraba profesarme y para quien sólo era una extensión de sí mismo a la que moldear. ¿Qué pasó cuando me salí de su camino? Pues que ahora sólo me queda recordar su espalda alejándose. Un recuerdo triste, pero tampoco es que me pueda permitir el lujo de despistarme pensando en lo que he perdido. Me aterra más lo que puedo llegar a perder de aquí en adelante.

Es irónico, porque, según mi padre, el único crimen de mi marido fue el de ser un pelele sin voluntad en manos de las mujeres que amaba, pero, tras tantos años con la venda en los ojos ahora veo que ese hombre, al que le debo en parte el milagro de haber nacido, no sabe lo que es el amor. No hay droga emocional que nos vuelva más tontos. Y aunque mi marido ha demostrado ser el más tonto de todos, no puedo dejar de reconocerle su total adoración por las mujeres de su vida: Su madre, su hermana y, evidentemente, yo. De hecho, debería ponerme delante, puesto que les gané a todas ellas por goleada en el corazón de Howard. 

Aunque yo no lo supiera en aquel momento, sus últimos años de vida estuvieron dedicados en exclusiva a mí. Tampoco es extraño. Después de todo, fui a la única a la que eligió realmente.

Me obligo a sonreír. Mi cuñada me devuelve la sonrisa sin apartar la mano del lugar donde se gesta el futuro heredero de los Pickman. Sé que no confía en mí, aunque no lo demuestre abiertamente. Es tan intuitiva que a veces me pregunto si no será bruja. Después de todo lo vivido no me extrañaría nada descubrir que en ella vive la magia negra.

Noto otra presión en el hombro. Sé que Winfield trata de reconfortarme. Cada día se parece más a su hermano y no sé si eso me gusta demasiado. Me giro y observo su rostro, más pálido de lo normal. Una gota de sudor sigue el camino de la curva de su cuello. Parece un niño perdido, pero no puedo ayudarle.

Tengo mis propios problemas. ¿No os parece?

—¿Tienes frío? Haré que te traigan una manta.

Las palabras de la aparentemente frágil mujer me llegan al cerebro con retardo. Antes de que pueda contestar ya se ha levantado a buscar a algún sirviente para que traiga algo que me mantenga calentita. Estoy completamente segura de que sabe que el escalofrío que ha recorrido mi cuerpo no tiene nada que ver con la temperatura de la estancia, pero es única tejiendo realidades a su medida. 

Un suspiro silencioso escapa de mis labios.

—No es tan malo —se atreve a susurrarme Winfield, pero el temblor de su voz lo delata. 

No me mira a los ojos. Cómo podría. Es demasiado joven para entender los rebordes del problema, pero sabe que están ahí y puedo ver cómo alimenta al monstruo de la duda cada día que pasa. Eso me conviene. Estoy segura de que no pasará mucho tiempo hasta que le devore por completo. Por ahora, que disfrute de su pequeño triunfo, pienso mientras hago girar el ostentoso anillo de compromiso en mi dedo anular.

Ya veremos quién acaba moviendo sus hilos: su hermana o yo.

Upton aparece en el umbral de la puerta con una hermosa manta que, nada más verla, se me antoja imprescindible para que cubra mis piernas. No había notado el frío hasta este mismo instante, pero ni loca dejaría que ese psicópata come cadáveres se acercara mí.

—Cariño, ¿me colocarías la manta? —le pido a Winfield con ese tono de voz sugerente que sé que le desarma ante mí.

Mi flamante prometido no se hace de rogar y me acomoda la codiciada pieza con inmenso cuidado y una expresión de adoración que no pasa desapercibida a su hermana. Seguramente piensa que ese estado de deslumbramiento hacia mí, lo vuelve más débil a sus manejos. Definitivamente el joven que me tapa con la sedosa manta se parece cada vez más a su hermano.

El ejecutor de mi marido perfila una mueca indescifrable con esa boca que siempre me ha parecido demasiado llena de dientes. A pesar de que sé que es un monstruo y odiarle estaría más que justificado, no lo culpo. Sólo intenta sobrevivir, como todos.

En cambio, a ella, a la araña manipuladora de destinos, sí que la culpo. Es más, la odio con todo mi ser. No tarda en aparecer detrás de la espalda de su aberrante lacayo, mirándome con inmensa ternura.

—Si necesitas algo más sólo tienes que pedirlo —Me asegura con voz dulce.

Qué pasará cuando ya no me necesite. La idea me aterra, pero todavía queda mucho tiempo hasta que deje de serle útil. Mucho tiempo hasta que le demuestre el grandísimo error que ha cometido al meterme en el mismo saco que a sus víctimas.

Yo también sé mover hilos.

Agarro la mano de Winfield, que corresponde a mi gesto con una ilusión casi infantil reflejada en el rostro. Uno menos para ti, araña. Y ya tengo en mente el siguiente hilo que te voy a cortar. El miedo es el mejor acicate. Hare lo que tenga que hacer para salvar a mi hijo del horror. Me convertiré en lo que haga falta. Prepárate, Lavinia, porque voy a hacer que tu telaraña te explote en la cara.


EL CRIMEN PERFECTO. Tarea: el asesino

 


Lavinia, la hermana mayor de la víctima, conoce todos los entresijos de la secta a través primero de su hermano Howard y después del secretario Upton, que le profesa una extraña fidelidad. Lavinia es muy inteligente y se conduce por un intenso deseo de llevar prosperidad a su linaje. La secta es una herramienta muy conveniente para asegurarse la fidelidad de otras poderosas familias. Intenta convencer a su hermano para que sea la cabeza visible de la familia y el líder de la congregación, pero éste no está dispuesto a volver, ni siquiera por ella. Ahora tiene una vida en Boston que le gusta y una mujer a la que adora por encima de todo. No quiere a renunciar a nada para volver a su antigua vida que lo sumió en una pesadilla el día en el que murió su madre. Es más, le deja entrever que está harto de todo y que lo mejor sería acabar con la aberración que guía los pasos del culto a Dagon.

Lavinia, inquieta con la idea de que su hermano haga una locura que los lleve a todos a la desgracia, habla con Upton presentando a su hermano como un desquiciado que puede acabar haciendo saltar la liebre de la secta en cualquier momento. Eso no le interesa en absoluto al anodino secretario, que, en realidad, es un criminal con tendencias caníbales. Dichas tendencias están bien vistas por los sectarios, que lo consideran un gul. En la mansión Pickman, Upton se siente seguro y puede dar rienda suelta a sus malos hábitos con los cuerpos de las víctimas de los rituales: forasteros y vagabundos en su mayor parte. El propio H.P. Pickman padre le proporciona la identidad falsa tras la que se esconde, asegurándose su lealtad y fidelidad.

Upton mata a Howard con un estrangulamiento sanguíneo para salvaguardar su modo de vida. Su víctima no tenía una constitución fuerte y su vida sedentaria le había restado potencia muscular, así que no le fue difícil sorprenderle por la espalda para presionar las venas carótidas de su cuello con la técnica de artes marciales conocida como hadaka-jime o mataleón. El cerebro sufrió una carencia de oxígeno demasiado prolongada que llevó a la víctima, primero a la inconsciencia y luego a la muerte. A pesar de que este método de estrangulamiento no suele dejar huellas en el cuello, ya que no se necesita especial fuerza al apretar, y la víctima no presentaba signos de violencia por defenderse de su atacante, el secretario trató de borrar sus huellas dejando el cadáver a merced de los perros del Club de Caza de nuevo Dunwich del que los miembros masculinos de la familia eran socios prominentes. Los perros se dedicaron a jugar con él, ya que estaban bien alimentados y no tenían ninguna necesidad de comérselo. A Upton se le ocurrió esta manera de simular la muerte de su víctima porque le pareció perfectamente alineada con su costumbre de comer carne humana. Pero, más adelante, se arrepintió varias veces de su muestra de humor negro. Hubiera sido mejor tirarlo al mar. Contaba con que el forense de la pequeña ciudad no hiciera un examen minucioso del cuerpo. Y así fue, gracias de nuevo a Lavinia, que se mostró inconsolable ante la profanación del cuerpo de su hermano. Ella les convenció de que era más que evidente la causa de la muerte y que no hacía falta molestar a nadie con el tema. Consiguió que no se llevara a cabo el análisis forense, ya que la conclusión fue muerte accidental al ser atacado por los perros de caza abandonados cuando ya no son efectivos en su labor. La teoría aceptada por todos fue que había acudido al cementerio a llorar su pérdida a la tumba de su padre y allí le sorprendieron los perros salvajes que, supuestamente, se colarían por los muros semi derruidos de la parte sur, la más pobre del cementerio. Otro error fue no llevar a los perros al supuesto lugar del crimen. Aunque nadie en la oficina del sheriff de Nuevo Dunwich se atrevió a indagar demasiado en el caso por temor a la familia Pickman.

Por otro lado, Upton sí que presentaba moratones y arañazos en la parte del brazo de la que se intentó zafar la víctima al ser estrangulado.

La tumba estaba un poco excavada porque el vigilante tenía intención de expoliar la tumba de H.P Pickman cuando se encontró con el cadáver de su hijo. Con los nervios limpió las huellas de la pala, pero se olvidó llevársela. La víctima tenía señales en la mano de haber usado la pala porque había participado en las primeras paletadas que se dan para cubrir el ataúd durante el funeral.


lunes, 27 de mayo de 2024

EL CRIMEN PERFECTO. Tarea: el móvil

Móvil 

Intereses de poder mezclados con la venganza por la traición a sus ideales sectarios y obtener el silencio definitivo de la víctima ante un oscuro secreto.

Contexto

En los años 20 se originó una secta en Charlestown entre las familias más pudientes a partir de un movimiento literario iniciado por H.P. Lovecraft. En 1909 un joven escritor comenzó a publicar relatos inquietantes. Un joven aristócrata Alfred Joseph Pickman, su hermano, William Ryan y sus amigos más íntimos John Edward Mars, Phillip Walton y Forrest Koch se vieron reflejados en una época en la que la amenaza de la primera guerra mundial sobrevolaba sobre sus cabezas. Acostumbrados a vidas disipadas y llenas de excesos, encontraron en los textos de escritos demasiado sentido y una forma de dar sentido a sus vacías vidas. Conocieron a Lovecraft y hablaron él en varias ocasiones. Además, se intercambiaron cartas, que debido al carácter fantasioso del escritor tomaron un cariz extraño, que llevó a los jóvenes a creerse los elegidos por el que ya, a esas alturas habían convertido en su mesías. Lovecraft nunca se dio cuenta de que tras esa adoración había algo más que admiración hacia su obra e ideas. Murió ajeno a la oscura secta que había surgido cimentada en sus relatos de horror. Para él, esas cartas de no dejaban de ser un ejercicio más de escritura compartido con unos jóvenes muy motivados.

Alfred encontró la señal inequívoca de que iba por buen camino cuando vio reflejado su apellido en dos de los relatos lovecraftianos. En ellos se relataba a Richard Upton Pickman, un pintor que retrataba la realidad oculta del horror que sólo unos privilegiados son capaces de discernir. A esas alturas ya había tenido a su primer hijo, al que llamó Howard Phillips por razones obvias.

Alfred y sus amigos fueron los principales inversionistas de Arkham House (1937), la editorial que se encargó de publicar la obra de Lovecraft tras su muerte y en la que también participó activamente el padre de la víctima, que por esa época contaba ya con 25 años y su padre se había encargado de aleccionar desde muy pequeño.

La congregación fue ganando adeptos en el más absoluto secreto entre familias poderosas de la zona, que acudían a Charlestown, rebautizado como Nuevo Dunwich, para aprender sobre aquello que vive más allá de la realidad y conjurarlo para sus propios intereses. Sea por magia o por casualidad, se han registrado muchos “milagros” en el libro secreto de la secta.

El cabeza de la familia Pickman se cree uno de los elegidos y está convencido de que su familia conserva genética profunda por sus características genéticas: temperatura corporal más fría de los niveles normales, piel muy blanca, pupilas anormalmente dilatadas en conficiones de luz normales, sudoración alta… Esto podría deberse a la escasa mezcla de sangre entre ellos, ya que los vínculos matrimoniales se llevan a cabo entre las mismas familias de la pequeña ciudad desde hace cientos de años para no contaminarla (herencia autosómica recesiva). 

Los sectarios creían ciegamente que tras la obra de Lovecraft y sus seguidores se encondían terribles verdades que sólo las mentes más privilegiadas y clarividentes eran capaces de soportar sin perder la cordura. Para evitar que el horror les tocara era importando entregar a Dagon un sacrificio mediante un ritual. Los objetivos elegidos son forasteros. No es una ciudad turística, pero siempre hay gente que hace una alto en su único hotel por diferentes motivos. Los sectarios sienten un enorme desprecio hacia los simples humanos que viven en la ignorancia y ajenos a la locura que les acecha.

Pero un año, la víctima logra escapar cuando se inicia el ritual y el dirigente de la secta decide sacrificar a su esposa, la cual ya le había dado el heredero que necesitaba para seguir con el negocio, la familia y su sagrada misión, así que la considera prescindible, pero no contaba con que su primogénito no estaría de acuerdo con él. Los sectarios son tan misóginos, clasistas y racistas como lo era el propio Lovecraft.

En la secta sólo entran los dirigentes de grandes familias y sus primogénitos varones, a los que lavan el cerebro desde que nacen para servir a su propósito. La víctima era uno de los acólitos más prometedores, pero todo cambió la noche que fue la sangre de su madre la que manchó la roca de Dagon. Renunció a todo y huyó de su pasado. Por su alta implicación y su cobardía, los dirigentes sabían que no les delatarían, pero seguramente sólo seguía vivo por la protección del líder de la congregación, su padre, que no perdía la esperanza de recuperarlo.

A la muerte del cabecilla, es probable que alguien de la secta decidiera que ya era hora de acabar con los cabos sueltos. El móvil puede ser para asegurarse de su silencio, por venganza al traicionar a los suyos y sus creencias, o puede que encubra algún interés de poder detrás, ya que se supone que ninguno de sus hermanos; Lavinia (por ser mujer) y Winfield (por ser el menor), tienen conocimiento de la secta.

La figura del secretario es más complicada. Es un caníbal, al que creen gul, que engrosa las filas sectarias como siervo. Se le da algún miembro amputado de las víctimas para su deleite. Tienen su fidelidad total porque se siente aceptado, pero es muy inteligente y tiene sus propios planes. Evidentemente, Richard Upton no es su nombre real, peor sabía que la haría ganar puntos dentro de la congregación de locos a la que tenía tanto interés por sumarse.


martes, 7 de mayo de 2024

EL CRIMEN PERFECTO. Tarea: El investigador, los sospechosos y los testigos

Investigador

El investigador principal es Sonia Greene, esposa de la víctima.  Todo el asunto le huele muy mal y se siente culpable por la forma en que trató a su marido la última vez que se vieron. Además, siente mucha curiosidad por la familia que su marido le intentó ocultar. 

Apoyos

Le ayuda, a regañadientes, su padre, Robert Greene, que es inspector de policía próximo a la jubilación en Boston. No le gustaba mucho su yerno. Le parecía poco para su hija y no soportaba que no perteneciera a su círculo de amigos y conocidos. Tampoco le da buena espina su familia. No aprueba que su hija se meta en terreno desconocido a remover la basura, pero se ve incapaz de pararla, con lo que no le queda más remedio que ayudarla para acabar con el asunto lo antes posible y regresar a Boston. Le preocupa el embarazo de su hija, que es de riesgo al no ser ya una jovencita.

También le ayuda, con bastante desgana, su amigo Herbert West, criminalista. No le gusta nada salir de su zona de confort y está deseando volver a Boston, pero se siente incapaz de dejar sola a su amiga y mujer de su mejor amigo, H.P. Pickman (la víctima). Siente profundamente su pérdida, y también le parecen sospechosas las circunstancias de su muerte, pero piensa que es mejor dejar las cosas como están. Después de todo, está muy lejos de estar en terreno conocido y las circunstancias le superan.

Sospechosos

Lavinia Sarah Pickman es la hermana mayor de la víctima. Es fiel al espíritu de la familia hasta rayar el fanatismo, a pesar de que siguen una política muy machista que no le permite heredar le negocio ni la fortuna familiar. Es una mujer muy capaz que mueve sus hilos en las sombras. No estaba de acuerdo con su padre en que su hermano se convirtiera en el cabeza de familia a su muerte. Para ella, había dado la espalda a la familia al desaparecer del mapa a los 20 años, cuando murió la madre de ambos. Puede que le guardara rencor por dejarla sola en un momento tan delicado. Además, no le perdona que renunciara a su posición privilegiada como preferido de su padre. Es una posición que ella anhela, pero que está resignada a no tener nunca por su condición de mujer. Tampoco confiaría tan importante papel a su hermano más pequeño, Winfield Scott Pickman. Para ella, el heredero más obvio tendría que ser su marido, Alfred Marshall, aunque se perdiera el apellido. Gana más que pierde, puesto que es ella la que tiene el control en su matrimonio. Por otro lado, al enterarse Lavinia de la existencia del hijo de su hermano, parece cambiar de parecer e interesarse mucho por él. Puede ser la solución para tener un cabeza de familia sin perder el apellido familiar. El único problema para ella ahora es Sonia Greene, la madre de su sobrino aún no nacido, cuyo fuerte carácter hace difícil su manipulación. Ella no tiene hijos propios.

Alfred Marshall, el marido de Lavinia, es hijo del médico de la familia, y vive para su trabajo. Es un matrimonio de conveniencia y entre ellos existe una relación fría y cordial. A pesar de ello, no se le conocen amantes a ninguno de los dos. No tiene ningún interés en liderar a la familia Pickman, pero hará lo que desee su mujer al respecto para que le deje en paz. 

Winfield Scott Pickman es el hermano pequeño de la víctima. Es joven, irresponsable y mujeriego. No está interesado en convertirse en el cabeza de familia. Él prefiere seguir viviendo sin preocupaciones, pero tampoco le hacía gracia que su hermano mayor ocupara el puesto. No se llevaban muy bien cuando convivían. H.P. Pickman no soportaba a su hermano siete años menor que él, al que consideraba un niño mimado. Cuando se fue de la casa, éste contaba tan sólo con 13 años, pero ya apuntaba maneras. Winfield estaba convencido de que su serio y responsable hermano le cortaría el grifo de sus despilfarros. Cuando la mujer de la víctima aparece en la mansión, se siente atraído por ella. Sarah se deja querer, pero no le da ninguna importancia a su deslumbramiento. Está acostumbrada a destacar y, para ella, Winfield, al que casi dobla la edad, es un niño. 

Rebeca Carter, hija de Randolf Carter, abogado de la familia y mejor amigo del padre de la víctima, es la novia de Winfield por presión familiar. En realidad, no le soporta y le da asco que la toque con esas manos sudorosas y anormalmente frías. Aún así, se resigna a su destino porque es lo que su familia espera de ella. Aunque a veces le salga una pequeña vena rebelde, que enseguida se obliga a acallar, lo que se le causa una gran frustración. Ojalá hubiera alguna forma de escapar de su vida.

Randolph Carter, abogado de la familia, es el mejor amigo del padre de la víctima y un fuerte participante de los negocios de los Pickman. Es consciente que el único miembro de la familia que podría continuar el linaje familiar con éxito es Lavinia, a la que ve muy capaz, a pesar de ser mujer. Para él es un golpe tremendo no haber tenido un hijo que poder casar con la primogénita de los Pickman. Sus esperanzas estaban puestas en su única hija Rebbeca Carter, a la que tenía planeado casar con H. P. Pickman, hasta que abandonó a su familia de esa manera tan brusca y radical. El plan B fue el hijo menor, al que considera un inútil, pero al menos ahora se ha convertido en el heredero principal de la familia.

Eliah Marshall es el médico de la familia y espera legar ese puesto a su hijo, Alfred Marshall, al que consiguió casar con Lavinia Sarah Pickman, la hermana mayor de la víctima. Considera a la primogénita de los Pickman como una pieza de ajedrez para empoderar a su hijo dentro del círculo social de Nuevo Dunwich, pero la subestima demasiado por ser mujer y cae en sus juegos de manipulación más veces de las que le gustaría. Aunque esto es algo que él nunca admitirá. No le interesaba el regreso del hijo pródigo porque el tercero en la línea de sucesión es su hijo y tiene un plan de futuro para quitarse de en medio a Winfield, el hijo menor de la familia. No está muy seguro de cómo se le ocurrió, pero no le será muy difícil demostrar la incapacidad del atolondrado joven para liderar el negocio familiar alegando algún tipo de desequilibrio mental. Sus locuras de juventud, unidos a su gran poder adquisitivo e impunidad dentro de la Nuevo Dunwich por pertenecer a una familia tan poderosa, avalarían un informe médico escrito por él y apoyado por uno de sus colegas psiquiatras.

Richard Upton es el secretario del padre de la víctima. Es muy capaz y discreto. También es la mano derecha de Lavinia, a la que reconoce su valía, aunque nunca se hubiera puesto en contra de su jefe por ella cuando vivía. Siempre intenta permanecer en segundo plano sin llamar la atención, lo que unido a unos rasgos faciales nada comunes, causa inquietud entre los que le conocen. No habla mucho, pero da la impresión de que lo sabe todo. Nadie conoce su vida antes de ocupar el puesto de secretario del cabeza de familia. Tampoco se sabe nada de su origen o familia. Lo único que parece estar claro es que es extranjero, aunque nadie se pone de acuerdo sobre su origen y él evita hablar de sí mismo. Por otro lado, habla inglés americano perfectamente y con el acento de la región.

El personal de la mansión parece tener algo en común: miedo. Va a ser muy difícil sacarles algo de información. Tampoco se les puede descartar como sospechosos. El miedo también es un buen motivo para asesinar.

Testigos

Tyler Watson, vigilante del cementerio, fue el que encontró el cadáver al comenzar su ronda. Asegura que sólo vio un cuerpo mutilado y salió corriendo inmediatamente a avisar al Sheriff. No se fijó en nada más, ni volvió por la escena del crimen hasta que retiraron el cadáver.

Jeffrey Cauldron es el Sherif de la pequeña ciudad. No está abierto a hablar sobre el caso con civiles, y mucho menos si son forasteros.

Allan Halsey, médico forense, se muestra muy cerrado, esquivo y reacio a hablar sobre un asunto que da por zanjado. Asegura no tener nada más que añadir a su informe.

Mickey Mahoney, periodista local, asegura que no le dejaron acceder a la escena del crimen hasta que no estuvo despejada y que le han dado muy pocos datos sobre el caso, pero no tiene ningún problema en adornar el suceso con detalles inquietantes y paranormales de su cosecha. Está convencido de que en el pueblo pasan cosas muy extrañas y terroríficas que desembocarán en algo muy grande. Parece tener una imaginación desmedida que le vendría mejor como novelista que como periodista, cuya veracidad deja mucho que desear. Conecta muy bien con Sonia Greene desde el primer contacto, con la que le gusta hablar de sus paranoias conspiranoides, pero siempre da la impresión de que se guarda algo que no se atreve a contar. A Robert Greene, suegro de la víctima, y a Herbert West, mejor amigo de la víctima, no les gusta ni un pelo.

La gente del pueblo en general es bastante cerrada y no le gustan los forasteros. Viven sus vidas de forma rutinarias y son conscientes de que deben la prosperidad del pueblo y el 90% de sus trabajos a la familia Pickman.

viernes, 3 de mayo de 2024

EL CRIMEN PERFECTO. Tarea: Perfil del investigador

Sonia Greene (1935)

Rol en la historia

Investigadora del crimen. Esposa de la víctima.

Ocupación

Novelista con poca fama, pero libros interesantes. 

Objetivo

Descubrir que hay detrás de la extraña muerte de su marido

Descripción física

39 años. Mujer. Raza caucasiana. 1,67 de alto. Media melena en corte shag castaña, ojos marrones claro, cejas un poco espesas, nariz recta, labio superior delgado e inferior grueso. Mejillas llenas y redondas. Complexión proporcionada. Rellenita y ligeramente barrigona. Manos finas de dedos cortos.

Personalidad

Carácter dominante, extrovertido y alegre, que a veces puedes convertirse en mordaz y ácido. Gran capacidad de observación y deducción y un enorme conocimiento autodidacta sobre crímenes aprendido de los casos de su padre y de su investigación en bibliotecas y archivos. Impulsiva.

Costumbres y modales

Suele morderse el labio inferior cuando está muy concentrada. Muy aficionada a las novelas policiacas y a la novela negra. Le gusta hablar y que le escuchen. Suele intentar imponer sus opiniones. Aunque, también es una gran oyente. Incluso, tiene la mala costumbre de pegar la oreja siempre que puede y no puede evitar su vena cotilla.

Fondo y antecedentes

Hija única de un Inspector de policía próximo a la jubilación, Robert Greene, y de una ama de casa, Claire Greene. Estudió secretariado en una academia, pero nunca ejerció de secretaria, sino que se centró en su vertiente de escritora de novela negra. Vivía de su padre, hasta que pasó a vivir de su marido.

Conflictos internos

Se siente culpable por haber convencido a su marido de que acudiera a la lectura del testamento a pesar de que era más que evidente que él no quería ir. Le notaba ansioso, e incluso asustado.

Conflictos externos

Que le comunicaran su muerte tantos días después del incidente, le parecía muy sospechoso. No hizo falta mucho más para mandar un telegrama a la Mansión Pickman, informando de su inminente visita. Consigue ser recibida por la familia por el niño que lleva en su vientre, pero no la aceptan a ella como parte de la familia. Se presenta allí acompañada de su padre y del mejor amigo de H.P. Pickman, Herbert West, criminalista de la Policía de Boston, que la víctima conoció a través de ella, que también se encuentra entre sus amistades.


martes, 30 de abril de 2024

EL CRIMEN PERFECTO. Tarea: Perfil de la víctima

Howard Phillips Pickman (1942-1974)

Rol en la historia

Víctima. 

Ocupación

Criminólogo en el Consejo Judicial de Boston.

Descripción física

32 años. Raza caucasiana. 1,82 de alto. Complexión delgada, pelo corto y moreno, ojos marrones. Cejas finas. Nariz larga y fina. Labios delgados. Manos grandes, con dedos largos.

Personalidad

Carácter cerrado e introspectivo. Muy poco empático. En confianza, era extremadamente apasionado con sus intereses, que normalmente se centraban en su profesión y todo lo que tuviera que ver con su mujer, de la que estaba profundamente enamorado.

Costumbres y modales

Educado, frío y distante. Acostumbra a fruncir ligeramente el ceño cuando se pone nervioso. Generalmente, huye de los enfrentamientos directos. Es aficionado a la lectura de libros didácticos sobre su profesión, literatura clásica americana y novela negra y policiaca.

Fondo y antecedentes

Nació y se crio en Nuevo Dunwich, dentro de la familia más poderosa y rica de la pequeña ciudad del Estado de Rhode Island. Recibió educación privada dentro de su mansión de la mano de varios profesores particulares. No se relacionaba con otros niños que no fueran de la familia o de amigos del mismo estatus. 

Estudió los dos primeros años de derecho en Providence siguiendo los deseos de su padre, pero lo dejó a la edad de 20 años, momento en el que la trágica muerte de su madre lo marcó profundamente.

Amaba a su madre y no superó su pérdida. A raíz de este acontecimiento, cortó relaciones con su familia y usó la herencia que recibió de su progenitora para comenzar una nueva vida en Boston, donde estudió Criminología, posiblemente impulsado por su deseo de investigar sobre las extrañas circunstancias que rodearon la muerte de su madre.

Al finalizar la carrera, con excelentes resultados, trabajó como asesor en una importante compañía aseguradora de Boston hasta que aprobó las oposiciones y consiguió plaza en el Consejo Judicial de Boston, Para ese entonces ya había renunciado al propósito que le había llevado a elegir esa carrera: volver a su ciudad natal para investigar el fallecimiento de su madre.

Poco después de tomar posesión de su plaza de funcionario, conoció a su actual esposa con la que se casó dos años después. Sonia Greene es siete años mayor que H.P. Pickman. Su fuerte personalidad y su carácter extrovertido fascinó a la víctima desde el momento que se conocieron, una mañana en que ella, escritora de novela negra sin fama, visitó la Biblioteca del Consejo Judicial para documentarse.

Objetivo

Dos meses antes de su violenta muerte, H.P. Pickman recibió una notificación notarial que le comunicaba que su padre acababa de fallecer y que tenía que presentarse en la mansión familiar para la lectura de su testamento, que se haría el 13-03-1974. Esta comunicación le afectó profundamente de forma visible.

H.P. Pickman nunca hablaba de su familia, por lo que para su esposa fue una sorpresa conocer de su existencia. Fue ella la que lo convenció para acudir a la citación, pero no pudo acompañarlo porque su marido insistió en acudir sólo. Fue una de las pocas ocasiones en las que Greene no se salió con la suya frente a su marido. Eso, sumado a las molestias y los desajustes hormonales que le producían su reciente embarazo a Sonia Greene, los llevó a una discusión sin precedentes en toda su historia como pareja. Muy contrariada, su mujer se quedó con las ganas de conocer a esa familia que había surgido de la nada y el ambiente en el que se crio su pareja. Ni siquiera lo despidió el día que cogió el tren que lo llevaría a Nuevo Dunwich. Su marido se había comportado de forma muy extraña los días anteriores. Lo notó muy nervioso, esquivo y encerrado totalmente en sí mismo.

Una semana después de la lectura del testamento, H.P Pickman aún no había regresado al hogar conyugal y su esposa, recibió una notificación en la que se informaba que había fallecido tras un encuentro fortuito con una manada de perros salvajes.

Conflictos internos

Tiene problemas para relacionarse socialmente, pero a la vez, se cree intelectualmente superior a todos los que le rodean, excepto a su mujer a la que admira profundamente. Le gustaría demostrar su superioridad, pero su incapacidad para relacionarse con normalidad se lo impide y le causa mucha frustración.

Conflictos externos

Quiere mantener todo lo relacionado con su familia y su niñez en el olvido y para ello lo ha borrado totalmente de su vida. Ni siquiera comparte esta parte de sí mismo con su mujer, que está convencida de que es hijo único y huérfano.

En su día a día actual no suele tener muchos conflictos con sus conocidos, amigos (pocos), esposa y familia política porque huye de ellos.