domingo, 12 de noviembre de 2023

Sacrificios de la hechicería

Este relato también lo ha escrito mi hijo Daniel para el concurso IV Concurso juvenil de historias #Historiasdejóvenes

Soy un trabajador de la agencia de los hechiceros de la Cruz Azul. Esta agencia se encarga de exorcizar demonios que puedan hacer daño o matar a la gente.

Ese día, mi escuadrón era el encargado de exorcizar un hospital lleno de gente. Evacuamos a todo el que se encontraba en el hospital en una habitación y tras cerrarlo echamos un velo, un conjuro que evita que las maldiciones agitadas entren en un lugar, en este caso, para que no hicieran daño a los enfermos y el personal del hospital.

Yo sería esa vez el encargado del velo, mis compañeros, empuñando las armas anti maldiciones reglamentarias se dispusieron a encontrar a la maldición. Estas armas reglamentarias consistían en una espada corta de filo por ambos lados bañada en agua bendita y una granada, también repleta de agua bendita, además de un rosario en forma de protección.

La verdad es que me había enfrentado a misiones peores, así que estaba tranquilo. De repente, empezaron a sonar ruidos dentro del velo por lo que me puse nervioso. Si quería revisar que todo fuera bien debía quitarlo, lo que permitiría a las maldiciones, ya enfadadas, atacar a la gente. Entonces, pensé que era imposible que una maldición rompiera mi velo, así que me despreocupe, pero aun así seguían sonando ruidos extraños en su interior.

Pasaban los minutos y se me hacían eternos. Me estaba agobiando, algo que ni en mi primera misión me ocurrió. Las gotas de sudor frio caían lentas por mi frente y mis ojos, que variaban la mirada entre la puerta y el pasillo, ya empezaban a lagrimear por no pestañear debido a la inseguridad.

Los sonidos de la habitación se intensificaban y no eran humanos. Mi mente sabía que todos estaban bien y que era una trampa, pero mi corazón no decía lo mismo. Ya a punto de correr por los pasillos a causa de la incomodidad, pude ver a mi compañero Michel volviendo con la espada desenvainada y cubierta de sangre. Estaba pálido y mirando a un lado y a otro inquieto. Además, caminaba de forma extraña. Por el cansancio y fatiga extrema que me había causado tanta presión no me fije en estos notables detalles y le hice caso cuando me dijo con voz rota:

-Darim, quita el velo, ya exorcizamos a la maldición.

Casi no me mantenía de pie por la pesada aura del lugar, así que hice lo que ordenó.  En cuanto quité el velo, mi antiguo compañero empezó a reírse desquiciadamente. Me quedé perplejo, pero me di cuenta segundos después que mi compañero había muerto en la trifulca y que ése era un espíritu de posesión.

Se me quito la fatiga de golpe, desenvaine la espada y arremetí contra mi amigo, pero él no se movió y me dijo que ahora mismo él no era mi asunto más importante. Horrorizado me gire y escuche los gritos de la gente que antes estaba dentro del velo. Abrí rápidamente  la puerta de la sala de evacuación, para encontrarme una imagen tan impactante como traumatizante.

Eran montones de cadáveres de pacientes, doctores y enfermeros. Todos descuartizados brutalmente. Pude observar un demonio gordo en el centro de la inmensa sala con la cabeza de un doctor en la mano.

Me tire con odio hacia él, asestándole un tajo en el brazo, lo que no le hizo nada. El me agarro con gran fuerza y sentí como me partía un par de costillas. Entonces, me acorde de la granada de agua bendita y se la arroje al demonio, rezando sin muchas esperanzas.

Sorprendentemente, le hizo un gran daño impactándole en la cara y, con una rabia que nunca había experimentado, lo remate golpeándolo repetidas veces con ira ciega. Detrás de mí se hallaba el cuerpo poseído de mi amigo. Con odio, y a la vez dolor, en mis ojos lo decapite de forma rápida.

Quede completamente en shock, con una mezcla de enfado, rabia, mareo y una tristeza infinita. Me cuestione el paradero de mis otros dos amigos, pero rápidamente deduje que el   poseído habría tomado sus vidas.

Y así es como, solo, y después de la peor noche de mi vida, salí andando de ese hospital. Manchado con la sangre de la misma gente inocente a la que había fallado.  No podía asimilar la cantidad de vidas que quitaron mis acciones. Ese día cumplí una misión, pero una gran parte de mi corazón y sentimientos se fueron para no volver.

La discusión de los dioses

 

Este relato también lo ha escrito mi hijo Daniel para el concurso IV Concurso juvenil de historias #Historiasdejóvenes

En un mundo donde los dioses controlaban la tierra, se formó un sindicato de los más fuertes. Estos dioses eran cuatro y buscaban distribuir el poder a partes iguales entre ellos. Ninguno de los dioses tenía un nombre específico, así que se llamaban por lo que les definía. 

El dios de la muerte entró en la amplia sala dorada que usaban como lugar de reunión. Ésta poseía cuatro tronos de oro puro y, en el centro, la maqueta de un globo terráqueo que levitaba. En cada trono ya le esperaban sentados los otros tres dioses.

El dios de la guerra, un hombre muy corpulento que llevaba un atuendo parecido al de un espartano con un hacha de un filo a la espalda, él siempre sigue las reglas sin dudarlo y es muy noble. El dios de la felicidad, un joven rubio de pelo largo, que posee unas prendas griegas que solo le cubren la parte inferior a la cintura. También tiene un gran arco repostado al lado de su asiento. Era un dios descuidado y no pensaba en las consecuencias de sus actos.

El de la naturaleza llevaba puesta una armadura de samurái, hecha de madera y tallos verdes, con una katana atada a la cintura. Este dios era frío y manipulador. 

Y, por último, el de la muerte, que vestía de negro, el mismo color de su pelo, y mantenía una personalidad fría y aburrida, de aquel al que no le importan mucho las cosas. A lo mejor por eso mismo, no tenía muy buena relación con el resto de los dioses.

Empezó la reunión. Ésta trataba del reparto del mundo, que se hacía cada veinte años, siendo ésta la vigesimoprimera vez que se celebraba. Justo antes de empezar, el dios de la alegría esbozó una perversa sonrisa desde su asiento, mientras se levantaba y empuñaba su arco. Ni siquiera había empezado el reparto y ya empezaban las tensiones. El dios de la muerte y el de la guerra se levantaron rápidamente enarbolando sus armas, mientras que el de la naturaleza se mantuvo sentado sin mover un dedo.

—¿Qué se supone que haces, dios de la alegría? ¡Empuñar armas no está permitido! —vociferó el dios de la guerra entonces.

—Nosotros ya nos estamos cansando de dioses innecesarios —gritó el dios de la alegría a su vez.

—¿Nosotros? —dijo confundido el dios de la muerte.

No le dio tiempo a decir nada más, ya que el dios de la alegría cargo dos flechas de energía; una para cada dios, excluyendo al de la naturaleza; y las disparó sin dudar. Al dios de la muerte le rozó el brazo y al dios de la guerra le atravesó el hombro. El dios de la guerra intentó, a su vez, agarrar su poderosa hacha; pero el dios de la alegría, que sospechaba que con esa hacha lo derrotaría fácilmente, se lo impidió con una lluvia de penetrantes flechas de energía, que le atravesaron el muslo, hombro, pecho y vientre al dios guerrero. El herido vomitó sangre tras el impacto de tan potente ataque.

—¡Ja ja ja! Te imaginaba más fuerte —gritó el dios de la felicidad con euforia.


El dios de la muerte intentó reaccionar, pero un par de flechas de energía se clavaron en su tobillo. El sombrío dios ya se figuraba lo que pasaba, una traición para conseguir el poder en todo el mundo, pero pensó que no podía haberla llevado a cabo solo el dios de la alegría; ya que era incauto, pero no tonto; y sabía que solo no podría contra los tres dioses. Entonces dirigió la mirada al dios de la naturaleza, que se hallaba aun en el trono, sentado y tranquilo. En ese momento entendió todo lo que sucedía. El dios de la guerra moribundo se levantó lleno de sangre y agujeros. El dios de la alegría, ya cansado de él, le tiro una flecha de energía a su cabeza terminando con su vida. 

El dios de la alegría celebraba feliz su victoria, pero, entonces, el dios de la naturaleza dijo con voz imponente:

—¿No pensarías que yo iba a compartir la gloria con un dios tan miserable como tú?

Se levantó a gran velocidad y, con su catana, le corto la cabeza al dios de la alegría de un tajo que, ya decapitado, seguía con una sonrisa en su cara. No le había dado tiempo a quitarla del rostro. 

—Ya solo quedas tú, dios de la muerte – Dijo el dios de la naturaleza.

Se abalanzó contra él y le hizo una herida profunda en el pecho que lo dejó muy herido. El dios de la naturaleza ya se iba de la sala victorioso habiendo cumplido su mayor sueño: ser el más fuerte.

Pero no tuvo en cuenta algo: a un dios no le puede someter su propio elemento, por lo que si el dios de la muerte controla la muerte, no es capaz de morir.

Con gran velocidad la hoja de la guadaña se precipitó hacia el dios de la naturaleza. Éste invocó un par de gruesos robles en un intento de frenarla, pero la guadaña, con dos rápidos giros, troceo los árboles e impactó de lleno en el pecho del dios de la naturaleza, que acabó rebanado por la mitad y muerto. 

El dios de la muerte salió de la sala ya completamente regenerado. La gran habitación quedó destruida y ensangrentada. Siempre pasaba lo mismo. Los dioses eran como una larga mecha que en algún momento estallaba haciendo que se maten entre ellos. Ya lo había vivido muchas veces, siendo él el único superviviente.   

Por eso el dios de la muerte debe ser neutral. Ya que, después de las matanzas entre dioses, él se encarga de crear nuevos para instaurar la paz, ya que sabe que poner todo el poder en una sola persona sería un gran error.

Ese día salió de la gran estancia desanimado, pues sabía que tendría que invertir muchos años   en restaurar el orden.     

sábado, 4 de noviembre de 2023

La madriguera

 

Este relato también lo ha escrito mi hijo Daniel para el concurso IV Concurso juvenil de historias #Historiasdejóvenes

Cuando pasó la historia que os voy a relatar yo aun era un niño. Marcó por completo mi vida, me hizo madurar a la fuerza y comprender que un paraíso, estando solo, es como el más lúgubre de los infiernos.

Tenía unos seis años y me encontraba en un pequeño cobertizo de madera. Ese era mi pequeño cuartel, donde pasaba horas jugando con mi imaginación. Era por la tarde y, en poco tiempo, tendría que ir a cenar. 

Me fije en un amplio hoyo que se formaba en el suelo del cobertizo. Como era un niño sin preocupaciones no dude en meterme dentro. Era claustrofóbico y muy estrecho. Cada paso que daba me manchaba la ropa de barro y raíces. Se me hizo muy largo el recorrido, pero notaba que cada vez se agrandaba más y más, hasta que llegué a una pequeña habitación hecha de lo que parecía ser tierra, pero muy pulida para que encajara como pared.

Me fije sorprendido en los muebles, hechos de barro solidificado. Tenían acabados fabricados con raíces, aparentemente hechos a mano a mano, y la habitación bajo tierra tenía una buena iluminación, que no sabía de dónde podía venir. Cuando alcé la mirada, pude ver un trono no demasiado grande, pero, lo que más me sorprendió, fue el gran y gordo conejo que estaba durmiendo en el mismo.

El conejo notó mi presencia, abrió los ojos y me miro sin levantarse de su asiento.

—Hola chico. Me llamo Mr. Botton y me da que has acabado en un lugar en el que no deberías estar.

Estaba muy extrañado de tales palabras. Él era un conejo con un traje elegante y una corbata color rojo como el vino. Se encendió un puro y lo mantuvo en su mano izquierda, mientras que con la derecha se recolocaba unas gafas redondas sobre la nariz.

En mis recuerdos no estaba tan asustado de encontrarme en esta situación como lo estaría ahora mismo. Entonces, el conejo interrumpió mis pensamientos con una aclaración muy devastadora.

—Lo siento chico —dijo con voz gruesa —. No podrás salir de esta madriguera, pero yo dejare que te quedes como si fuera tu casa.

Después de decir esta frase volvió a dormitar.

Me queda impactado por las palabras del animal, pero, aun así, no estaba asustado, ya que el animal desprendía un aura de bondad que te daba una buena impresión y tranquilidad absoluta. 

Pasaron los días y el conejo siguió dormitando. Mientras, revise la madriguera. Ésta consistía en muchos túneles que llevaban a una gran variedad de habitaciones: comedores, huertos, piscinas, salones, hasta patios dentro de la madriguera. Fácilmente serian unas cien estancias. El misterio de la iluminación bajo tierra seguía presente, pero no me preocupaba descubrir la razón.

Con el paso del tiempo me di cuenta de que las paredes eran muy blandas y también que había grandes almacenes con todo tipo de comidas. Unos días después de empezar a investigar la gran madriguera, me di cuenta del significado de las palabras del conejo, ya que no había encontrado ningún tipo de salida.

Pasaron los meses y, cada tres semanas aproximadamente, el conejo se despertaba y hablábamos. Yo ya me había atribuido una habitación, ya que toda la madriguera estaba completamente vacía y el conejo nunca se levantaba de ese sofá. Le visitaba de vez en cuando y parecía tranquilo, como si no le importara lo que pasara a su alrededor. Cada vez me iba adaptando más a la madriguera, conociendo todos sus rincones. Tampoco llegué a aburrirme nunca por todas las actividades que podía hacer en ella, y, una cosa que me llamo la atención fue que no eché de menos ni mi vida ni a mi familia. 

Pasaron cuatro años y yo ya había crecido, llegué a tener una muy buena relación con Mr. Botton y me sentía feliz, pero notaba que esa madriguera me limitaba y buscaba más, o, mejor dicho, aspiraba a más que a quedarme allí. De repente, ya no me gustaba la madriguera. Al revés. La odiaba y aborrecía. Quería destruirla con el propósito de escapar. Quería volver a mi antigua vida.

Lo que averigüé del conejo estos años fue que él tuvo una familia, pero en un blanco, y a la vez oscuro invierno, sus hijos murieron de desnutrición y le dejaron solo. Él se enterró bajo tierra con la intención de suicidarse. Pero, cuando despertó, se encontraba en esta extraña madriguera. Volvió a tener ganas de vivir al llegar, pero al saber que no había salida se negó a moverse. Por lo que permaneció inmóvil durante todo este tiempo esperando su muerte. Pero por más que esperaba, ni el hambre ni la sed llegaban a él.   

Yo, por mi parte, empecé a caer en la desesperación y, con tan solo diez años, me obsesioné por escapar de aquel lugar, que antes me parecía precioso y ahora horrible. Pensé en mil maneras diferentes de perpetrar el escape: cavar, explotar la madriguera con dinamita, causar una inundación…pero nada funcionó. 

Un día descubrí que, tirando de una raíz, se removía la tierra. Con esfuerzo y perseverancia, tras tres meses, logré romper un poco la capa de tierra que no me dejaba pasar. El único contra es que, a causa de mi actividad, el derrumbé de la madriguera era inminente.

Le conté esta noticia a, ya mi amigo, el conejo Botton, pero su respuesta me dejo perplejo.      Me dijo que no se movería y yo, con cierta pena, intenté convencerlo, ya que él fue mi único compañero en mi extraña infancia. Entonces me dijo que ya estaba cansado y que vino buscando la muerte, así que, yo, al sepultarle bajo la tierra cumpliría con su mayor sueño.

Con tristeza en el rostro accedí y escape, pudiendo observar el derrumbe desde fuera. Después de salir del cobertizo, ya abandonado, de mi casa, me di cuenta de que me daba igual mi familia o mi hogar. Sólo podía mirar con nostalgia y tristeza la tumba de mi único amigo. 

viernes, 3 de noviembre de 2023

La luz de las farolas

 

Este relato lo ha escrito mi hijo Daniel para el concurso IV Concurso juvenil de historias #Historiasdejóvenes

Hoy os relataré una historia que me pasó una desafortunada noche que no puedo recordar sin paralizarme de terror.

Este extraño y tenebroso acontecimiento sucedió en diciembre. Caminaba hacia mi casa después de una fiesta alocada.  Estaba exhausto y un poco mareado.  No niego que me hubiera pasado con las copas en esa ocasión, aunque suelo estar muy atento con el alcohol que bebo. De todas formas, no noté gran diferencia entre esta noche y otras similares. De repente, me fijé en la luz pálida y transparente de una farola gastada. Por un segundo, me vi inmerso en la oscura tranquilidad de la noche y, sorprendentemente, ya no notaba el alcohol ni la agitación que se hallaban en mí. Tan solo existía  un pensamiento estático en mi cabeza completamente vacía.

Un terror irracional me invadió. Mi mente no podía dejar de pensar que en la calle ya no estaba solo yo. Y, aun sabiendo que era mentira, me dejé llevar por mis impulsos. La adrenalina no solo invadió mi cuerpo… sino también mi cerebro. Podía escuchar  pasos acercándose a mí a una velocidad imposible, pero, a la vez, con una tranquilidad impasible. 

En un instante, me frené. No dejaría que mi mente me controlara. Era confuso y mi cuerpo no haría lo que le viniese en gana. Mi cabeza dejó de ser blanca, como un lienzo, a negra, como una gran tormenta.  Conseguí calmarme con un esfuerzo psicológico inmenso, pero en ese momento, sentí un escalofrió recorriendo todo mi cuerpo y pude ver lo que me dejaría inmóvil por unos segundos.

Lo que se hallaba delante de mí era un hombre alto. No pude aproximar su altura por el cansancio, pero me superaba en altura con creces. Era un hombre con una chaqueta abierta, que le cubría todo el cuerpo, excepto el pecho y la zona abdominal, donde se  destacaban varias vendas, imposibilitándome ver su piel. Su cara era deforme, parecía quemada. El único rasgo humano que había en ella eran sus ojos, que eran amarillos como el azufre. También poseía una fúnebre sonrisa. Su cara sufría una carencia de nariz producida por lo que parecía un corte limpio. 

Me quedé paralizado al ver tan alto y robusto cuerpo. Él se paró también y, con una voz fúnebre, me dijo que eligiera el color verde o el color rojo. Yo, extrañado, no sabía que decir, pero, por instinto, respondí el verde. Ni siquiera sé cómo me atreví a responderle a ese ser demoníaco. Él sacó una ficha de casino carente de número en el centro. Por un lado era verde esmeralda y por el otro rojo metálico.

Los dos permanecimos en silencio absoluto durante unos segundos, que me parecieron eternos. Él, por fin, se dignó a lanzar la ficha al aire, atrapándola antes de que chocara contra el suelo. Antes de abrir la mano, me dijo que si no salía el color de mi elección no me ampararía un buen futuro. Yo ya no podía estar más asustado. Mi cara estaba congelada en una mueca de espanto, ya que no entendía nada.

Mis ojos sintieron el terror más absoluto cuando él revelo el brillante color carmesí de la pieza. No sabía lo que iba a pasar a continuación, pero estaba seguro de algo… que, aunque quisiera correr, las piernas no me responderían. Mis ojos pudieron ver los aterradores labios de aquel ser curvándose en una deforme y demente sonrisa. Me disponía a suplicar, pero algo dentro de mí me hizo entender que no serviría para nada.

Ese hombre, si así se le puede llamar, se abalanzó sobre mí a gran velocidad y pude divisar cómo sacaba un objeto punzante. Parecía una especie de cuchillo de cocina. Empezó un corto forcejeo, ya que él me ganaba en fuerza. Sinceramente, parecía tener habilidades sobrehumanas.

Pude sentir como ese objeto se sumergía en mi pecho. Sentí el frío del metal, tan frío como el invierno. Ese frío tan intenso no me dejó hacer caso al dolor. Cuando me desplomé en el suelo semiinconsciente, lo único que me vino a la mente en ese oscuro momento fue el pensamiento de que, de niño, le tenía un miedo irracional a la oscuridad. Un miedo que pensé que había desaparecido, pero al final resultó que en lo más profundo de mi subconsciente seguía ahí.

Casi no podía respirar. Aún así, hice un esfuerzo para ponerme boca arriba, con el cuchillo aún enterrado en el pecho. Se borró de mi mente toda la situación, ya que en ese momento lo único que me importaba era la molesta luz tenue de la farola que cegaba mi vista, ya borrosa de por sí.  

Pensé que el día en el que muriera sentiría un miedo atroz minutos antes, ya que me atormentaría el pensamiento de no estar ya en la faz de este mundo, pero, en ese momento, no me importó. No lloré ni grité. Me mantuve sereno. Lleno de expectación. No sé exactamente qué era lo que esperaba.

Pero en ese momento, un fogonazo de luz me cegó y desperté, horas después, en mi cama. Aturdido, lo primero que pude visualizar fue la ventana de mi habitación. Estaba  rota, pero no dudé ni un segundo en mirar mi pecho. Efectivamente. Allí se encontraba una gran herida cosida.

Mi historia se habría tomado por falsa de no ser por la indiscutible cicatriz con la que cargué el resto de mi vida. A la gente que se lo conté se quedó muy sorprendida y un tanto escéptica, pero me solían responder que tenía que haber sido el mismo ser que me atacó el que me había salvado... pero yo lo dudo. No sé quién o qué era, ni por qué pasó lo que pasó, pero hay algo que sé con seguridad: lo que me salvó no fue él, ya que solo hacía falta ver su mirada cargada de perversión para intuir que su intención no era dejarme vivo esa noche.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

La hora

 —Buenos días, me han comentado que es usted Canario.

—Sí miniño, de un pueblecito de Gran Canaria.

—Pues está de suerte. Tengo algo que le han quitado.

—Pero si yo creo que lo tengo todo…

—En absoluto. Porque a ver. ¿Podría decirme la hora?

—Por supuesto, son las doce y veinte.

—…

—¿Le ocurre algo?

—Ya le han dado una, ¿verdad?

—¿Cómo?

—Confiese. Alguien se me ha adelantado

—De verdad que no le entiendo… ¡Oh! Disculpe. Acabo de volver de la península y se me había olvidado cambiar el reloj. Son las once y veinte.

—¡Eso es otra cosa! Espero que disfrutara de su viaje a España.

—A la Pe-nin-su-la.

—Lo que sea. El caso es que usted sigue necesitando esa hora.

—¿Qué hora?

—¡La que le han quitado! Si no entiende esto, no se va a enterar de nada del resto de lo que le voy a contar.

—Agüita con el machango este.

—Por favor. A mí hábleme en castellano que no entiendo el guanche.

—¿Y godomierda lo entiende?

—Qué genio. Ahora entiendo lo de la barrera de coral. Es para controlar que no salgan a lo loco, ¿verdad?

—¿¿Pero de qué barrera me está usted hablando??

—Cuanta incultura indígena. Nunca me lo hubiera imaginado.

—Mire papafrita. No le meto una ostia porque viene mi guagua, que si no…

—¿¿¿Viajan en perros??? Eso es explotación animal. Creo que no ya no le voy a dar la hora que le falta. No se lo merece, señor aborigen.

—…

—Pues no me ha reventado la cara de un bofetón. ¡Será salvaje! Yo me meto en mi tardis y no vuelvo a la Atlántida nunca más. Que se queden con su hora de atraso para siempre. Así llegarán siempre tarde a todos lados. Es lo único que se merecen.

Malentendidos

 —¿Nombre?

—Preferiría no decirlo.

—¿Cómo?

—Es que no le conozco de nada. Compréndalo.

— Er… Bueno, pues ¿profesión?

—Asesino en serie.

—¿Disculpe?

—Disculpada.

—Digo que me diga su profesión. Y sin cachondeitos, por favor.

—Asesino en serie.

—¿En serio?

—En serie.

—¡Ja! Me parto.

—Puedo hacer realidad su sueño si así lo desea.

—…

—Lo malo es que un señor muy serio de la puerta se ha quedado con mis herramientas, pero puedo ir a pedírselas. No tardo nada.

—¡No! Digo… No, gracias. Déjelo. Si no hace falta. Mejor sigamos. A ver… ¿Cómo se describiría?

—Educado, agradable… aunque algo temperamental. Y, a veces, un poco menos agradable.

—Ya… ¿Le gustan los niños?

—Fritos o al horno están deliciosos.

—¡Está loco!

—Claro.

—Comprenderá que no puedo contratarlo como monitor de guardería…

—¿Perdón?

—Perdonado.

—¿Pero no es aquí donde buscan troceador de cadáveres para prestigiosa banda mafiosa?

—Si le digo que no, ¿qué pasaría?

—Que le enseñaría mi afición favorita y me temo que tendría que dejar de ser tan educado.

—¡Pues claro que es aquí! Ha pasado la prueba. Enhorabuena.

—Estupendo, estupendo. Le aseguro que no se arrepentirá. Aunque me siento un poco decepcionado. Pensé que tendría que pasar un examen práctico antes.

—Noooo. Que va. Es que me ha impresionado mucho, ¿sabe?

—Entonces no me puedo ir sin demostrarle mi potencial. Va a ser muy divertido… al menos para mí. Voy a por mi instrumental. Enseguida vuelvo. ¡No se mueva!

Dos días después…

—Buenos días, disculpe el retraso. Es que me han retenido en la puerta. Menuda seguridad tienen ustedes aquí. Eso me gusta.

—Cualquier precaución es poca después de tener que jugar al escondite con los trozos del cuerpo de una compañera.

—¡Terrible! Si es que no te puedes fiar de nadie. Esos malditos salvadores de almas están en todas partes.

—¿Disculpe?

—¡Ah! ¿Que no es aquí lo del Aquelarre?

—¿El aquelarre?

—Maldición. Pues le ruego que me disculpe por lo que voy a tener que hacer ahora.

—¿Croac?

Dos días después…

—¿No había aquí una agencia de empleo?

—La tuvieron que cerrar. Por lo visto el mensaje del cartel no era muy claro y se les colaba cada uno…

—¿Qué ponía?

—“Está usted en el lugar correcto”.


viernes, 15 de septiembre de 2023

Reto

 —¿Se lo has dicho?

Susana se hizo la loca de una forma bastante convincente.

—¡Oh! ¡Venga ya! No se lo has dicho, ¿verdad? —insistió la vocecita muy cerca de su oreja.

La niña se empecinó en garabatear en su cuaderno fingiendo una concentración que distaba mucho de tener.

—Pues me estoy enfadando… —silbó amenazante la voz, aún más cerca de su oído.

“Si sigue así se va a meter directamente en mi cerebro”, pensó fastidiada.

Con un gesto de derrota se levantó de su pupitre y cruzó la clase con paso vacilante.

Por qué tenían que obligarla. Qué había hecho ella para merecer esto. Bueno, sí que había hecho algo. Una tontería de nada. Nunca más volvería a jugar a verdad, beso o reto. Eso seguro.

Suspiró y le tocó levemente las anchas espaldas enrojecidas a su objetivo para llamar su atención.

La enorme mole se dio a la vuelta y clavó sus oscuros ojos en la temblorosa figura de Susana.

—Es verdad que… —comenzó con voz temblorosa —. ¿Es verdad que tienes una huella del pie de Miguel en tu culo? —terminó todo lo deprisa que pudo trabándose en algunas palabras.

Si no le entendía mejor que mejor.

El ceño de su interlocutor se frunció levemente.

—¿Quieres morir? —escupió con voz de fuego

—Ya… ya estoy muerta

—¡Oh! Es verdad —cayó en la cuenta el demonio.

—Pues entonces me vas a escribir 3.822 millones de veces en tu cuadernito “No tentaré mi suerte tocando los cojones a dos manos al magnífico Ángel Caído, aka el Príncipe de las Tinieblas, Lucifer Estrella de la Mañana, también conocido como Satanás, Luzbel, Samael… Buf me aburro. Necesito vacaciones

—…ññññ aburro…eeehh… vacaciones —apuntó la niña.

—Eso último ¡no! —se exasperó Su Malignidad—. Espera. ¿Te has traído el cuaderno?

—Er… Sí…

—¿Ya te esperabas un castigo tan horrible?

—Puesss… —A la pequeña le empezó a dar pena el gran mandatario infernal.

La verdad es que no destacaba por su originalidad.

Miró a sus espaldas y vio a uno de sus compañeros de torturas riéndose por lo bajo.

—Oiga, gran Mal en mayúsculas. Si lo que necesita son ideas nuevas por qué no pregunta a la clase. Ya sabe eso que dicen de que los niños pueden llegar a ser muy crueles.

—Sigue hablando.

—Por ejemplo, ve a ese que se está descojonando ahí al fondo.

—¿Sí?

—Mándelo al cielo.

Lucifer abrió los ojos muy sorprendido y una malévola sonrisa le ensanchó la cara.

Dos días después los demonios daban una fiesta en un infierno vacío de almas haciendo oídos sordos a los terribles golpes que daban unos furiosos arcángeles en la puerta.

martes, 17 de enero de 2023

IETHAR. Jack el Mago

Reto literario 2023. Enero: IETHAR. Jack el Mago

Jack el mago es el primero de un saga que promete muchas aventuras y un nuevo universo extremadamente interesante.

Autor: Marcos Madueño

Género: Fantasía

Serie-Saga: IETHAR

Target de edad: Juvenil-adultos

Tipo de encuadernación: Tapa dura

Editorial: Autopublicado

Número de páginas: 392 

Dónde encontrarlo: Publishmybesteseller.es


Sinopsis

¿Qué pensarías si descubrieras que esos mundos mágicos que creías cuentos han sido siempre reales?

Pero las historias no contaban toda la verdad.

Los Despertados viven entre nosotros con el deber de proteger a la Madre Tierra.

Magos, Cambiaformas y guerreros con místicos poderes combaten contra fuerzas malignas para defender nuestro mundo y el de los espíritus.

Jack regresa de un largo viaje por el Mundo Espiritual en su búsqueda de una salvación para su amiga.

Llega con las manos vacías pero no piensa rendirse.

¿Podrán él y sus amigos acabar con la maldición que tortura a Kate?

Reseña

Este tomo nos presenta un universo muy cuidado que se divide en despertados, elegidos por los grandes espíritus y sus descendientes, y dormidos, los humanos que no conocen la verdadera realidad y viven sus vidas ajenos a la gran guerra que se debate sobre ellos. 

Porque los durmientes tienen una misión muy concreta: mantener a raya a los demonios.

Además, deben mantener el equilibrio entre el mundo espiritual y el material, separados por líneas demasiado difusas que se entremezclan continuamente.

Se dividen en seis castas dependiendo del gran espíritu que les concedió sus dones: guardianes, jueces, magos, cambiaformas, asesinos y videntes.

El protagonista de la historia es un mago desesperado por ayudar a su amiga cambiaformas que pone a prueba su suerte buscando la solución en lugares en los que no debería aventurarse nunca un humano y vuelve al mundo material sin memoria ni salvación.

"—... Es inútil preguntártelo, pero ¿tampoco puedes decirme si encontraste lo que buscabas?

—Bueno, ni siquiera sabía que me había marchado para buscar nada."

Pero algo ha cambiado. Él no se acuerda, pero ha cruzado la línea, y va a necesitar de toda la ayuda de sus amigos para lanzarse de lleno a la locura en un intento por restaurar lo roto, salvar a su amiga y evitar la oscuridad que amenaza la realidad.

"Pero esa imagen de paz y serenidad era sólo una fachada que ocultaba una verdad aterradora, como ocultaban las sábanas las cadenas que sujetaban sus muñecas y tobillos al suelo; pues todas y cada una de las noches, nada más ponerse el sol, su calma se tornaba en una furia salvaje."

La trama serpentea entre dilemas personales y un gran peligro común, llevándonos de una escena a otra con un sentimiento de desconcierto y hambre por saber más. El autor va dejando pequeños rastros de la historia y los hilos con los que se acabará entretejiendo un gran final que desvela el terribles secretos a la vez que deja un camino abierto hacia los nuevos acontecimientos que nos esperan en el siguiente tomo, que ojalá no tardemos mucho en poder disfrutar.

Puede que las idas y venidas, los recuerdos y los flashbacks, unidos a los cambios bruscos de escenario pierdan un poco al lector y por ello también incluya una cronología de los hechos que se suceden en el libro. Aunque yo no tuve problema en seguir la línea de la aventura, admito que no viene mal este pequeño resumen. Sobre todo, porque no sabemos cuándo se publicará la segunda parte y ahí sí que nos va a venir muy bien esta parte.

"Lo que debería haber acabado con la salvación de Kate tan solo había sido una puerta abierta a un futuro incierto. Y ni siquiera el presente era ya como el pasado que conocía."

El argumento descansa sobre una estructura muy sólida: un ambiente bien construido y que cuida cada detalle. Incluso un idioma y mitología propia. De ésta última encontramos un fragmento al final del libro que nos ayuda a entender mejor el mundo en el que se mueven los personajes.

Además, siempre podemos consultar el glosario que nos explica el significado de muchas de las palabras y conceptos que se manejan a lo largo del libro.

Por cierto, las ilustraciones de portada e interiores también son del escritor y creo que, por eso mismo, reflejan a la perfección el texto como un espejo.

Tips

Lo mejor: El misterio que te van desvelando poco a poco.

Lo peor: Se manejan muchísimos personajes en esta trama y a veces confundía dos entre sí o, directamente, no sabía quién estaba hablando en ese momento. A lo mejor un guía de personajes ayudaría.

Personaje favorito: Liliane.

"Había algo en la Asesina, en su mirada imposible, que hizo estremecer a los espectros, frenando su embestida lo suficiente para que las dagas volaran y los enemigos cayeran inmóviles a sus pies, con un certero corte en el cuello, o una puñalada en sus corazas que alcanzaba siempre el corazón"

Sensaciones: Me parece que es un libro que trasmite urgencia, emoción y tensión. Hay que salvar a la amiga, enfrentar nuevos e inquietantes peligros, desentrañar un misterio de gran importancia oculto en la pérdida de memoria de Jack, prepararse para lo que viene... En cada conversación y cada escena sientes que bajo las líneas de palabras se esconde algo más de lo que lees.