—¿Se lo has dicho?
Susana
se hizo la loca de una forma bastante convincente.
—¡Oh! ¡Venga
ya! No se lo has dicho, ¿verdad? —insistió la vocecita muy cerca de su oreja.
La niña
se empecinó en garabatear en su cuaderno fingiendo una concentración que
distaba mucho de tener.
—Pues
me estoy enfadando… —silbó amenazante la voz, aún más cerca de su oído.
“Si
sigue así se va a meter directamente en mi cerebro”, pensó fastidiada.
Con un
gesto de derrota se levantó de su pupitre y cruzó la clase con paso vacilante.
Por
qué tenían que obligarla. Qué había hecho ella para merecer esto. Bueno, sí que
había hecho algo. Una tontería de nada. Nunca más volvería a jugar a verdad, beso
o reto. Eso seguro.
Suspiró
y le tocó levemente las anchas espaldas enrojecidas a su objetivo para llamar
su atención.
La enorme
mole se dio a la vuelta y clavó sus oscuros ojos en la temblorosa figura de Susana.
—Es
verdad que… —comenzó con voz temblorosa —. ¿Es verdad que tienes una huella del
pie de Miguel en tu culo? —terminó todo lo deprisa que pudo trabándose en
algunas palabras.
Si no
le entendía mejor que mejor.
El
ceño de su interlocutor se frunció levemente.
—¿Quieres
morir? —escupió con voz de fuego
—Ya…
ya estoy muerta
—¡Oh!
Es verdad —cayó en la cuenta el demonio.
—Pues
entonces me vas a escribir 3.822 millones de veces en tu cuadernito “No tentaré
mi suerte tocando los cojones a dos manos al magnífico Ángel Caído, aka el
Príncipe de las Tinieblas, Lucifer Estrella de la Mañana, también conocido como
Satanás, Luzbel, Samael… Buf me aburro. Necesito vacaciones
—…ññññ
aburro…eeehh… vacaciones —apuntó la niña.
—Eso
último ¡no! —se exasperó Su Malignidad—. Espera. ¿Te has traído el cuaderno?
—Er…
Sí…
—¿Ya
te esperabas un castigo tan horrible?
—Puesss…
—A la pequeña le empezó a dar pena el gran mandatario infernal.
La
verdad es que no destacaba por su originalidad.
Miró a
sus espaldas y vio a uno de sus compañeros de torturas riéndose por lo bajo.
—Oiga,
gran Mal en mayúsculas. Si lo que necesita son ideas nuevas por qué no pregunta
a la clase. Ya sabe eso que dicen de que los niños pueden llegar a ser muy
crueles.
—Sigue
hablando.
—Por
ejemplo, ve a ese que se está descojonando ahí al fondo.
—¿Sí?
—Mándelo
al cielo.
Lucifer
abrió los ojos muy sorprendido y una malévola sonrisa le ensanchó la cara.
Dos
días después los demonios daban una fiesta en un infierno vacío de almas
haciendo oídos sordos a los terribles golpes que daban unos furiosos arcángeles
en la puerta.
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