sábado, 3 de septiembre de 2022

El inquilino de arriba



Me duele la cabeza. No es de extrañar. Hace muchos días que no logro dormir bien. No soy una persona impresionable, pero tras la desgracia del inquilino del piso de arriba no he vuelto a ser el mismo. Los rumores apuntan a que fue víctima de un crimen horrible. Las fuerzas de seguridad y sanidad que se vieron involucradas en el caso se vieron afectadas hasta tal punto que cuentan que se han retirado de la vida social para poder recuperarse del dantesco espectáculo que se vieron obligados a presenciar. ¡Exageraciones y chismes! Yo soy un hombre de ciencia muy poco dado a prestar oídos a palabras necias, pero nadie puede controlar su subconsciente y está visto que el mío ha decidido rebelarse contra mí hacia fantásticas ilusiones sin sentido.

En cuanto cierro los ojos comienzan a desfilar ante mí aberraciones humanoides revestidas de pieles escamosas, que recuerdan ligeramente a figuras marinas. Se mueven con andares torpes, pero decididos por las dependencias de una casa muy parecida a la mía, pero, a la vez, muy diferente. Sus ojos inexpresivos resbalan sobre mí como si no me vieran. Unos cánticos extraños, que parecen no provenir de sus labios inertes, llenan mis oídos y se cuelan en mi cerebro produciéndome un agudo dolor que va in crescendo hasta que me despierto presa del terror y envuelto en mi propio sudor.

Curiosamente, los somníferos que yo mismo me he recetado, lejos de darme alivio, amplifican estas pesadillas sin sentido. Tan realistas ya, que hasta me parece percibir un olor a agua y sal mezclado con algo más nauseabundo que no soy capaz de identificar.

Esta situación está afectando a mi pensamiento lógico. La falta de descanso puede acabar con la cordura de cualquiera. La desesperación me ha llevado a pensar en algo que, normalmente, me parecería ridículo, pero a situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Estoy decidido a allanar la morada de mi antiguo inquilino para intentar conjurar a mis demonios. Si ha sido este episodio el que me ha sugestionado hasta tal punto, seguramente visitar el lugar de los hechos calmará a mi subconsciente y por fin podré dormir tranquilo. ¡Ah! Una noche sin sueños es lo único que ansío ahora.

Saco la llave del piso de arriba, puesto que al ser yo el dueño del edificio conservo llave de todas las dependencias en uno de los cajones de mi escritorio, y subo las elegantes escaleras de madera hasta la puerta de la víctima. En cuanto vea sus estancias envueltas en la normalidad de una realidad sin extraños monstruos ni espíritus, mi alma recuperará la paz. Es una cuestión científica el hecho de que enfrentarnos a nuestros traumas ayuda al cerebro a procesar mejor los estímulos.

Me cuesta un poco abrir. La puerta está ligeramente atascada. El inquilino tendría que haberme dado un aviso, pero tampoco me extraña mucho que no lo hiciera. Apenas salía de su morada y gozaba de un carácter silencioso y huraño que lo hacía blanco de un sinfín de estúpidos rumores a los que nunca presté oídos. Algo de lo que me arrepentí nada más traspasar el umbral de su puerta. Hubiera sido de ayuda saber algo más del misterioso habitante del piso de arriba.

Lo primero que sentí fue ese olor a mar putrefacto de mis sueños. Así que eso es lo que me estaba sugestionando durante mi sueño. Seguramente, se colaba por mi ventana hasta mis fosas nasales y ayudaba a mi mente a formar los horrores de mis pesadillas. Con un sigilo innecesario, ya que sabía de buena tinta que nadie moraba ya en esa casa, me introduje en el salón, observando cada detalle. El inquilino tenía un gusto extraño y rocambolesco para la decoración. Rayando en el mal gusto y acariciando los límites de una locura oscura e imprecisa. Pero, evidentemente, el aspecto tétrico y oscuro de las estancias no me amedrentó en absoluto. El miedo es un sentimiento irracional. Mis ojos percibían extraños movimientos en las sombras de la habitación, pero mi cerebro no se dejaba engañar por esas meras ilusiones. Así que seguí adelante, curioseando estantes y cajones. Al fin y al cabo, ¿quién iba a quejarse de mi intromisión?

Entonces mis ojos chocaron con un objeto bastante común, pero que, curiosamente, despertaba mi atención. Se trataba de un libro con tapas amarillas que descansaba en una de las mesitas del salón. Lo tomé despreocupadamente con más curiosidad de la que quería admitir. Nada más cogerlo mi corazón comenzó a acelerarse sin ningún motivo aparente.

A medida que pasaba las páginas, las palabras parecían cobrar vida propia y taladrarme más allá de mi consciencia. Algo extraño ocurría a mí alrededor. Algo que no se podía describir con simples palabras. Era como si la realidad se estremeciera y comenzara a tambalearse y a hacerse jirones. Detrás de cada desgarro lograba intuir, más que ver, horrores innombrables que mi cerebro se negaba a aceptar.

Todo mi cuerpo pedía a gritos que soltara el libro, pero mi voluntad se resistía obligándome a pasar una página tras otra, hasta llegar a la última, en la que algo terrible me devolvió la mirada. Sentí como mi cerebro estallaba en pedazos para volver a juntarse de cualquier manera. Mis pensamientos se entremezclaron con palabras irreconocibles imposibles de pronunciar por gargantas humanas y me sentí impulsado por un espacio infinito que escapaba a los límites de la cordura.

De repente, todo estalló en pedazos y me sumí en la oscuridad. Cuando volví en mí, me encontraba en el salón de mi inquilino, tal y como me lo había encontrado al entrar, excepto porque el libro había desaparecido.

Temblando incontrolablemente volví como pude a mis habitaciones. Y nunca he vuelto a salir de ellas. Me paso las horas escribiendo y escribiendo. Tratando inútilmente de poner en palabras mi horrible experiencia. Piensan que he perdido la razón. Y probablemente no se equivocan. De lo que sí estoy seguro es que esas cosas, que se mueven en las sombras de mi casa, son reales y vendrán algún día a por mi alma. No vale la pena intentar escapar. No existe rincón en este mundo en el que pueda ocultarme de ellas. Ruego que vengan a buscarme y acaben con este insoportable sufrimiento. Espero que mis escritos ayuden a la humanidad a entender los horrores innombrables que les acechan sin que ni siquiera lo sospechen.


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