jueves, 1 de septiembre de 2022

Bietka


La condena

¿Y dices que mi cliente está pasando esa puerta?

Eso mismo.

Que currada con todas esas mierdas místicas. Si me pide cosas muy raritas me piro. Eeeh.

Eso no va a pasar. Vamos, entra ya.

La demacrada chica se toma su tiempo, pero finalmente cruza el portal echándome una última mirada de desconfianza. ¿Devorar su alma entraría dentro de lo que ella consideraría cosas raritas? 

No tardé mucho en escuchar una voz susurrante que parecía llegar de todos lados a la vez. 

Te dije que no quería más putas.

Cómo si hubiera tanto dónde elegir.

Pues era eso o nada.

A lo mejor tendría que salir yo a buscar. A lo mejor, incluso, podría arreglarme con tu pobre y asquerosa alma.

Vale, vale, ya lo pillo .

Me di la vuelta para pirarme, pero la voz volvió a retumbar en mis oídos.

¿Te vas ya? ¿Así? ¿Tan frío?

Dudé un poco antes de volver sobre mis pasos y atravesar el portal con cara de pocos amigos.

Qué le voy a hacer. Esa puta asquerosa me tiene en sus manos. Cómo si pudiera negarme.

El olvido

Si me bebo otra estoy seguro de que me ahogaré en este whisky aguado, pero me da igual. Como si tuviera algo que perder. La consciencia estaría bien. Podría empezar por perder la consciencia. Voy camino de ello. 

Antes de verla, la olí. Se sentó en la banqueta de al lado, pero la ignoré deliberadamente. Lo último que quería era conversación. Seguimos así un rato más, pero no se iba. Notaba sus ojos fijos en mí, pero yo seguía a lo mío, cada vez con más torpeza, he de confesar. Ya no sé quien bebía más. Mi camisa o yo. 

Sé lo que escondes.

Pfffff. ¿Eeeeh? La miré con mis ojos desenfocado. ¿Qué dice ésta? ¡Vaya! Y estaba buena. ¿Era el alcohol o parecía brillar la cabrona? Mi polla hizo un amago de levantamiento, pero no. Ahí se quedó la pobre, más ebria de alcohol que de sangre bombeante. Sí que estaba buena.

Y entonces todo se volvió oscuro.

La esperanza

Abrí los ojos con mucho esfuerzo. Me sentía como si mil pájaros carpinteros picaran sobre mi cabeza. 

Bienvenido al mundo de la vigilia... Riot el Grande.

Hacía muchísimo que nadie me llamaba así. No me hizo especial ilusión.

Lo de grande me queda muy grande grazne con risa amarga. 

Pretendía ser gracioso. Lo juro. Pero la beldad que se alzaba ante mí, en el cuartucho del motel de mala muerta, me observaba con la mirada cargada de censura. Ahora no me parecía brillante ni nada de eso. Pero seguía estando buena. 

Soy Tría se presentó con su nombre secreto, y con tono impaciente—, hechicera caza demonios.

¡Oooh! Qué impresionante. Ni siquiera moví un musculo de la cara. Nos quedamos un buen rato en silencio. Sólo mirándonos. Y yo aproveché para tomarle las medidas. Me encanta la ropa ultra estrecha que suelen vestir estas hechiceras guerreras de sectas secretas. Evitan agarres inoportunos en sus peleas contra el mal y no dejan nada a la imaginación.

Como yo no decía nada, prosiguió con su discurso. 

Lo sé todo sobre ti. 

Eso era mucho decir. 

Conozco tu fulgurante carrera militar y tu caída a los infiernos…

No lo sabía ella bien. 

Cuando conociste a Bietka. 

Joder, pues a lo mejor sí que lo sabía. Me puse en alerta.

Tranquilo, puedes confiar en mí. Soy la persona que va a conseguir tu libertad me aseguró mientras un fulgor de orgullo asomaba a sus ojos azules. Algo se removió en mi interior y me hizo sentir un poco incómodo.

Estuvimos charlando mucho tiempo. Era tan enérgica, como impulsiva. Tan joven… Daba gusta verla en su papel de salvadora convencida. Yo también fui así durante un tiempo. Siempre lo somos cuando nos acaban de captar.

Mi bella hechicera me prometió tantas cosas con su voz dulce y sugerente que casi me sentí transportado a otros tiempos. Otros en los que yo también era joven e impulsivo y me movía por el honor de la secta.

Al final me fui de su habitación con la promesa de que la recibiría en mi cochambroso hogar al día al siguiente.

El amor

Me lo había currado muchísimo para dar un aspecto presentable a mi pocilga. Hasta había comprado telas de esas que les gustan a las mujeres, con colorines y bordados. Y los había colgado por todas partes ocultando las ajadas paredes y puertas.

Ahí estaba Tría, contándome su plan para hacer salir a Bietka de su cubil y acabar con ella, aprovechando que así perdería todo su poder. No podía menos que admirar su inteligencia y creo que pasé más tiempo preso de su expresión decidida que escuchándola activamente. Vaaale, alguna vez se me cayó la vista a las tetas. ¿Y qué? Pero no se dio cuenta. Quería aparentar para ella el caballero que una vez fui.

Perdona, necesito ir al baño. ¿Te importa indicarme dónde está? —Interrumpió mi línea de pensamiento.

Claro. Está ahí. Tras la puerta entelada de rojo.

La hechicera no perdió mucho tiempo admirando la belleza de la tela, con la de pasta que me había costado. Entró apresuradamente acuciada por su necesidad fisiológica.

No tardé mucho en escuchar una conocida voz muy cerca de mi oído.

Te has superado. Estaba deliciosa. Ven a recibir tu premio.

Una sonrisa ladeada apareció en mi rostro. Me dirigí al portal oculto con telas rojas.

Vale. Es una jodida demonio sin sentimientos ni corazón que me había atrapado en su maldición, pero, qué le voy a hacer, nadie elige de quien se enamora. ¿Verdad?


No hay comentarios:

Publicar un comentario