Lavinia, la hermana mayor de la víctima, conoce todos los entresijos de la secta a través primero de su hermano Howard y después del secretario Upton, que le profesa una extraña fidelidad. Lavinia es muy inteligente y se conduce por un intenso deseo de llevar prosperidad a su linaje. La secta es una herramienta muy conveniente para asegurarse la fidelidad de otras poderosas familias. Intenta convencer a su hermano para que sea la cabeza visible de la familia y el líder de la congregación, pero éste no está dispuesto a volver, ni siquiera por ella. Ahora tiene una vida en Boston que le gusta y una mujer a la que adora por encima de todo. No quiere a renunciar a nada para volver a su antigua vida que lo sumió en una pesadilla el día en el que murió su madre. Es más, le deja entrever que está harto de todo y que lo mejor sería acabar con la aberración que guía los pasos del culto a Dagon.
Lavinia, inquieta con la idea de que su hermano haga una locura que los lleve a todos a la desgracia, habla con Upton presentando a su hermano como un desquiciado que puede acabar haciendo saltar la liebre de la secta en cualquier momento. Eso no le interesa en absoluto al anodino secretario, que, en realidad, es un criminal con tendencias caníbales. Dichas tendencias están bien vistas por los sectarios, que lo consideran un gul. En la mansión Pickman, Upton se siente seguro y puede dar rienda suelta a sus malos hábitos con los cuerpos de las víctimas de los rituales: forasteros y vagabundos en su mayor parte. El propio H.P. Pickman padre le proporciona la identidad falsa tras la que se esconde, asegurándose su lealtad y fidelidad.
Upton mata a Howard con un estrangulamiento sanguíneo para salvaguardar su modo de vida. Su víctima no tenía una constitución fuerte y su vida sedentaria le había restado potencia muscular, así que no le fue difícil sorprenderle por la espalda para presionar las venas carótidas de su cuello con la técnica de artes marciales conocida como hadaka-jime o mataleón. El cerebro sufrió una carencia de oxígeno demasiado prolongada que llevó a la víctima, primero a la inconsciencia y luego a la muerte. A pesar de que este método de estrangulamiento no suele dejar huellas en el cuello, ya que no se necesita especial fuerza al apretar, y la víctima no presentaba signos de violencia por defenderse de su atacante, el secretario trató de borrar sus huellas dejando el cadáver a merced de los perros del Club de Caza de nuevo Dunwich del que los miembros masculinos de la familia eran socios prominentes. Los perros se dedicaron a jugar con él, ya que estaban bien alimentados y no tenían ninguna necesidad de comérselo. A Upton se le ocurrió esta manera de simular la muerte de su víctima porque le pareció perfectamente alineada con su costumbre de comer carne humana. Pero, más adelante, se arrepintió varias veces de su muestra de humor negro. Hubiera sido mejor tirarlo al mar. Contaba con que el forense de la pequeña ciudad no hiciera un examen minucioso del cuerpo. Y así fue, gracias de nuevo a Lavinia, que se mostró inconsolable ante la profanación del cuerpo de su hermano. Ella les convenció de que era más que evidente la causa de la muerte y que no hacía falta molestar a nadie con el tema. Consiguió que no se llevara a cabo el análisis forense, ya que la conclusión fue muerte accidental al ser atacado por los perros de caza abandonados cuando ya no son efectivos en su labor. La teoría aceptada por todos fue que había acudido al cementerio a llorar su pérdida a la tumba de su padre y allí le sorprendieron los perros salvajes que, supuestamente, se colarían por los muros semi derruidos de la parte sur, la más pobre del cementerio. Otro error fue no llevar a los perros al supuesto lugar del crimen. Aunque nadie en la oficina del sheriff de Nuevo Dunwich se atrevió a indagar demasiado en el caso por temor a la familia Pickman.
Por otro lado, Upton sí que presentaba moratones y arañazos en la parte del brazo de la que se intentó zafar la víctima al ser estrangulado.
La tumba estaba un poco excavada porque el vigilante tenía intención de expoliar la tumba de H.P Pickman cuando se encontró con el cadáver de su hijo. Con los nervios limpió las huellas de la pala, pero se olvidó llevársela. La víctima tenía señales en la mano de haber usado la pala porque había participado en las primeras paletadas que se dan para cubrir el ataúd durante el funeral.
Ya tenemos al asesino! Asesino y sibarita!
ResponderEliminarY exquisito. Sólo come víctimas de rituales jajajajaja XP
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