miércoles, 27 de septiembre de 2023

La hora

 —Buenos días, me han comentado que es usted Canario.

—Sí miniño, de un pueblecito de Gran Canaria.

—Pues está de suerte. Tengo algo que le han quitado.

—Pero si yo creo que lo tengo todo…

—En absoluto. Porque a ver. ¿Podría decirme la hora?

—Por supuesto, son las doce y veinte.

—…

—¿Le ocurre algo?

—Ya le han dado una, ¿verdad?

—¿Cómo?

—Confiese. Alguien se me ha adelantado

—De verdad que no le entiendo… ¡Oh! Disculpe. Acabo de volver de la península y se me había olvidado cambiar el reloj. Son las once y veinte.

—¡Eso es otra cosa! Espero que disfrutara de su viaje a España.

—A la Pe-nin-su-la.

—Lo que sea. El caso es que usted sigue necesitando esa hora.

—¿Qué hora?

—¡La que le han quitado! Si no entiende esto, no se va a enterar de nada del resto de lo que le voy a contar.

—Agüita con el machango este.

—Por favor. A mí hábleme en castellano que no entiendo el guanche.

—¿Y godomierda lo entiende?

—Qué genio. Ahora entiendo lo de la barrera de coral. Es para controlar que no salgan a lo loco, ¿verdad?

—¿¿Pero de qué barrera me está usted hablando??

—Cuanta incultura indígena. Nunca me lo hubiera imaginado.

—Mire papafrita. No le meto una ostia porque viene mi guagua, que si no…

—¿¿¿Viajan en perros??? Eso es explotación animal. Creo que no ya no le voy a dar la hora que le falta. No se lo merece, señor aborigen.

—…

—Pues no me ha reventado la cara de un bofetón. ¡Será salvaje! Yo me meto en mi tardis y no vuelvo a la Atlántida nunca más. Que se queden con su hora de atraso para siempre. Así llegarán siempre tarde a todos lados. Es lo único que se merecen.

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