domingo, 12 de noviembre de 2023

Sacrificios de la hechicería

Este relato también lo ha escrito mi hijo Daniel para el concurso IV Concurso juvenil de historias #Historiasdejóvenes

Soy un trabajador de la agencia de los hechiceros de la Cruz Azul. Esta agencia se encarga de exorcizar demonios que puedan hacer daño o matar a la gente.

Ese día, mi escuadrón era el encargado de exorcizar un hospital lleno de gente. Evacuamos a todo el que se encontraba en el hospital en una habitación y tras cerrarlo echamos un velo, un conjuro que evita que las maldiciones agitadas entren en un lugar, en este caso, para que no hicieran daño a los enfermos y el personal del hospital.

Yo sería esa vez el encargado del velo, mis compañeros, empuñando las armas anti maldiciones reglamentarias se dispusieron a encontrar a la maldición. Estas armas reglamentarias consistían en una espada corta de filo por ambos lados bañada en agua bendita y una granada, también repleta de agua bendita, además de un rosario en forma de protección.

La verdad es que me había enfrentado a misiones peores, así que estaba tranquilo. De repente, empezaron a sonar ruidos dentro del velo por lo que me puse nervioso. Si quería revisar que todo fuera bien debía quitarlo, lo que permitiría a las maldiciones, ya enfadadas, atacar a la gente. Entonces, pensé que era imposible que una maldición rompiera mi velo, así que me despreocupe, pero aun así seguían sonando ruidos extraños en su interior.

Pasaban los minutos y se me hacían eternos. Me estaba agobiando, algo que ni en mi primera misión me ocurrió. Las gotas de sudor frio caían lentas por mi frente y mis ojos, que variaban la mirada entre la puerta y el pasillo, ya empezaban a lagrimear por no pestañear debido a la inseguridad.

Los sonidos de la habitación se intensificaban y no eran humanos. Mi mente sabía que todos estaban bien y que era una trampa, pero mi corazón no decía lo mismo. Ya a punto de correr por los pasillos a causa de la incomodidad, pude ver a mi compañero Michel volviendo con la espada desenvainada y cubierta de sangre. Estaba pálido y mirando a un lado y a otro inquieto. Además, caminaba de forma extraña. Por el cansancio y fatiga extrema que me había causado tanta presión no me fije en estos notables detalles y le hice caso cuando me dijo con voz rota:

-Darim, quita el velo, ya exorcizamos a la maldición.

Casi no me mantenía de pie por la pesada aura del lugar, así que hice lo que ordenó.  En cuanto quité el velo, mi antiguo compañero empezó a reírse desquiciadamente. Me quedé perplejo, pero me di cuenta segundos después que mi compañero había muerto en la trifulca y que ése era un espíritu de posesión.

Se me quito la fatiga de golpe, desenvaine la espada y arremetí contra mi amigo, pero él no se movió y me dijo que ahora mismo él no era mi asunto más importante. Horrorizado me gire y escuche los gritos de la gente que antes estaba dentro del velo. Abrí rápidamente  la puerta de la sala de evacuación, para encontrarme una imagen tan impactante como traumatizante.

Eran montones de cadáveres de pacientes, doctores y enfermeros. Todos descuartizados brutalmente. Pude observar un demonio gordo en el centro de la inmensa sala con la cabeza de un doctor en la mano.

Me tire con odio hacia él, asestándole un tajo en el brazo, lo que no le hizo nada. El me agarro con gran fuerza y sentí como me partía un par de costillas. Entonces, me acorde de la granada de agua bendita y se la arroje al demonio, rezando sin muchas esperanzas.

Sorprendentemente, le hizo un gran daño impactándole en la cara y, con una rabia que nunca había experimentado, lo remate golpeándolo repetidas veces con ira ciega. Detrás de mí se hallaba el cuerpo poseído de mi amigo. Con odio, y a la vez dolor, en mis ojos lo decapite de forma rápida.

Quede completamente en shock, con una mezcla de enfado, rabia, mareo y una tristeza infinita. Me cuestione el paradero de mis otros dos amigos, pero rápidamente deduje que el   poseído habría tomado sus vidas.

Y así es como, solo, y después de la peor noche de mi vida, salí andando de ese hospital. Manchado con la sangre de la misma gente inocente a la que había fallado.  No podía asimilar la cantidad de vidas que quitaron mis acciones. Ese día cumplí una misión, pero una gran parte de mi corazón y sentimientos se fueron para no volver.

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